El primer paso, reconciliarse con uno mismo

Cuaresma: Reconcíliate, Reflexiona, Renueva


La Cuaresma, tiempo litúrgico de preparación para la Pascua, nos invita a un profundo proceso de conversión. Este itinerario espiritual, marcado por la oración, el ayuno y la limosna, tiene como objetivo último nuestra reconciliación con Dios. Sin embargo, este camino hacia la reconciliación divina necesariamente comienza con un paso previo e indispensable: la reconciliación con nosotros mismos.

En el Evangelio de Mateo, Jesús nos exhorta: "Por tanto, si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar, y anda, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda." 1 (Mateo 5, 23-24). Si bien este pasaje se refiere a la reconciliación interpersonal, podemos extraer una profunda enseñanza aplicable a nuestra propia interioridad. Antes de acercarnos al altar, antes de buscar la reconciliación con Dios, debemos reconocer y sanar las disonancias internas, las contradicciones que habitan en nuestro ser.

La reconciliación con uno mismo implica un ejercicio de introspección honesta y valiente. Requiere mirarnos en el espejo del alma, reconocer nuestras luces y sombras, aceptar nuestras fragilidades y limitaciones. Implica perdonarnos a nosotros mismos por los errores cometidos, por las ocasiones en que no hemos estado a la altura de nuestros ideales, por las heridas que nos hemos infligido.

Este proceso de reconciliación interior no es fácil. Puede sacar a la luz emociones dolorosas, recuerdos que preferiríamos olvidar, aspectos de nuestra personalidad que nos cuesta aceptar. Sin embargo, es un paso necesario para alcanzar la paz interior y construir una relación auténtica con Dios.

La Cuaresma nos ofrece un tiempo propicio para este encuentro con nosotros mismos. El silencio, la oración, el ayuno, nos ayudan a crear un espacio interior donde podemos escuchar la voz de nuestra conciencia, identificar las áreas de nuestra vida que necesitan ser sanadas y emprender un camino de crecimiento personal y espiritual.

Reconciliarse con uno mismo no significa resignarse a nuestras imperfecciones o justificar nuestros errores. Por el contrario, implica aceptar nuestra realidad con humildad para poder trabajar en nuestra transformación, con la gracia de Dios, hacia la plenitud del ser humano que estamos llamados a ser.

En definitiva, la reconciliación con uno mismo es el fundamento de una vida cristiana auténtica. Es el primer paso para construir una relación sólida con Dios, con los demás y con la creación. Es el camino hacia la verdadera libertad y la paz que Dios nos da. Que esta Cuaresma sea un tiempo de gracia para emprender este viaje hacia el interior y reencontrarnos con la imagen de Dios que llevamos en nuestro corazón.

Previous
Previous

La reconciliación con el pasado en el contexto cuaresmal

Next
Next

Las Cartas Encíclicas